Estás ante un evangelio impresionante, en el que, el odioso griterío de la condena deja paso al silencio renovador del perdón; en el que, cuando los maestros de la ortodoxia se escabullen, se abre el diálogo de la ternura entre Jesús y la mujer. Con Jesús, el ser humano, ya no tiene piedras en las manos para apedrear a los pecadores, sino palabras sorprendentes de aliento y de alegría.
En tu camino hacia la Pascua te enfrentas a un asunto complicado: ¿Cómo situarte ante el pecado de los demás?
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