Reflexión de la
Hermandad Obrera de Acción Católica en la celebración de la
Festividad de la Sagrada Familia.
Nos narra el evangelista
Lucas (2, 1 - 20) como fue el nacimiento de Jesús: José y María,
ya encinta, se desplazaron hasta Belén, en Judea, para empadronarse.
Según se nos cuenta no encontraron lugar donde alojarse y quedaron a
la intemperie.
Esta es la situación hoy
de muchas familias: no hay lugar para ellos en esta sociedad. No nos
detenemos en datos, porque seguro que no los necesitamos; cerca de
nosotros hay alguna familia que está padeciendo esta realidad:
- Familias en las que todos sus miembros se encuentran en desempleo.
- Familias sin recursos suficientes para afrontar todos los gastos.
- Familias sufriendo la precariedad laboral
- Familias sin posibilidad de una vivienda digna o que han perdido la que tenían.
- Familias con una persona dependiente a la que no es posible atender adecuadamente por falta de apoyos.
- Familias con imposibilidad de seguir correctamente los tratamientos médicos para afrontar una enfermedad.
- …
No se trata sólo de
familias marginales, o de familias inmigrantes. Es el vecino de toda
la vida, es la familia de los amigos de nuestros hijos, ... es de
nuestra propia familia extensa.
Buena parte de las causas
de estas situaciones hemos de buscarlas en la manera de organizar el
trabajo y la distribución de la riqueza en el sistema neoliberal,
que prima el beneficio sobre las personas y la vida familiar.
Son situaciones que
generan gran sufrimiento a los miembros de la familia. Pero además
en muchos casos hace inviable la misma vida familiar. En su grito de
dolor los cristianos escuchamos la llamada del Señor a realizar su
misión “El Espíritu del Señor está sobre mí me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos
la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los
oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor”(Lc 4, 18 -
19)
Con nuestra mirada en la
Sagrada Familia renovemos, comunitaria y personalmente, el compromiso
firme de que nuestra familia viva en coherencia con nuestra fe, con
un estilo de vida sencillo y austero, al servicio de los empobrecidos
y comprometida con la justicia junto a las víctimas. Una familia,
como la familia trabajadora de Nazaret, que pone la confianza en el
Dios de Jesucristo, que vive desde el Amor y que, por hacerlo, está
abierta a construir la única familia, la familia humana, reunida en
torno al Padre, una familia de hermanos.
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