viernes, 5 de octubre de 2012

Para salir de la crisis, trabajo decente

 

Comunicado de la HOAC de Valladolid con motivo de la Jornada Internacional por el Trabajo Decente el 7 de octubre

El día 7 de octubre se celebra la Jornada Internacional por el Trabajo Decente. En plena crisis social y económica cobra especial significación esta efeméride.


Mirando a la realidad descubrimos que lo que está en juego es la vida de las personas y el desarrollo pleno de su humanidad y de su dignidad como hijos de Dios. El drama humano que supone el desempleo, especialmente de los jóvenes, y el aumento del empleo temporal y precario están en el origen del empobrecimiento de las familias y de un sector cada día más importante de los trabajadores.

Si a ello añadimos la pérdida de derechos sociales y laborales, junto a los recortes drásticos en las políticas sociales públicas descubrimos que se condena a millones de familias y jóvenes a una situación límite, que lejos de mejorar empeora y genera incertidumbre en un futuro, que cada día que transcurre se presenta mas hostil para un mayor numero de personas.

 En conclusión, “la crisis, en que estamos inmersos golpea duramente a muchas personas y familias; incide de forma particular en los jóvenes, que padecen por el aplazamiento indefinido de su inserción laboral”. (Ante el año de la fe. Mons. Ricardo Blázquez Pérez, Arzobispo de Valladolid)

Por este motivo, esta jornada que nace en el seno del movimiento obrero internacional, no deja indiferente a la Iglesia, especialmente en este año que recordamos el Concilio Vaticano II: “Nada hay auténticamente humano que no halle eco en su corazón” (1. GS).

El trabajo, de importancia vital para la Iglesia como dimensión humana fundamental, y las condiciones en que se desarrolla se convierten en estos momentos en criterio decisivo para discernir si nuestra sociedad –nuestra economía, las decisiones políticas y reformas que se acometen, las opiniones que se difunden…– se basa en la justicia y en la búsqueda del bien común, especialmente para los más empobrecidos. El trabajo que somos capaces de crear como sociedad es medida de la decencia de ésta. Porque, al igual que el desempleo, no todo empleo ayuda al desarrollo integral de la persona, sirve para que el ser humano despliegue su naturaleza y su vocación a la comunión. Cuando es indecente, precario, sin derechos, mal remunerado…, lejos de ser un bien para la persona la esclaviza condicionando su libertad, la empobrece y la deshumaniza. El trabajo así solo es una variable económica y el trabajador una mercancía. Nunca el fin, aunque aparentemente pueda ser legítimo, como crear empleo, puede justificar los medios si estos precarizan el trabajo y a los trabajadores y sus familias. Trabajo y trabajador, como nos decía Juan Pablo II en la encíclica Laborem exercens, no se pueden separar.

Solo un trabajo decente, a la altura de las necesidades del ser humano, puede ser admitido por la Iglesia. Un trabajo, como nos recuerda Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate –63–, “…que, en cualquier sociedad, sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación”.

Hermandad Obrera de Acción Católica de Valladolid – Octubre de 2012


No hay comentarios:

Publicar un comentario